12.3.17

El Pea. La Educación subliminal 2ª parte


Los discos que cambiaron la historia del rock
Una apuesta decisiva por la música de vanguardia



Portada de El Pea
Alguien quiso traducir el título de éste disco, El Pea, por su significado literal más formalista: la abreviación de Población Económicamente Activa, refiriéndose a todas las personas en edad de trabajar. Al final, la única imagen incluida en la propia portada, un guisante, ganó la definitiva identificación y el doble vinilo que cambió muchas mentalidades ligeramente estancadillas en la alborotada década recién acabada -los años sesenta- fue siempre conocido en las veteranas tribus rockeras  como el disco del guisante. Ojo, estamos ante unas grabaciones que nos colocaron a todos en el momento exacto de cuando y dónde debían suceder los hechos: Gran Bretaña, 1971.

La mayoría de las grabaciones que contiene este formidable doble álbum eran samplers, pruebas, promos, lotos de Island Records para calibrar el ambiente de la calle y emisoras radiofónicas, también dirigido de una manera disuasoria, provocativa, a los críticos del New Musical Express o el otro gran semanario de actualidad musical británico Melody Marker para que sacaran pecho y proclamas hacia los lectores que quisieran estar a la última. Pura efervescencia generacional que aquellos días de rupturas, creaciones e innovaciones volteaban una y otra vez las listas de preferencias. Todo vale, nada sobra.

Contraportada de El Pea
Aquellos días, Island Records andaba más distraido con la música reggae y con el ambiente jamaicano que ya se divertía de lo lindo en las islas británicas. A aquel frenesí le llamaron ska y su introductor en las islas fue realmente un tipo muy especial llegado de la isla caribeña: Chris Blackwell.  Su carrera mercantil en las islas británicas comenzó en Londres, vendiendo discos -de reggae, claro-  a la parroquia afroamericana que habían llegado de Jamaica, como él que eran muchos y agitados. Lo hacía desde el maletero de su coche en plena barriada de Brixton. Progresando en aquellas ventas improvisadas llegó a pegar algún pelotazo de importación que le animó a montar la discográfica, lo que explica la participación de Jimmy Cliff en El Pea con  Can't Stop Worrying, Can't Stop Loving y, desde luego, el exitazo en Occidente unos años después a través de Island Records del gran Bob Marley.
Blackwell fue un personaje clave, sin duda influyente, en la evolución musical de los setenta que a través del disco del guisante quiso presentar lo más interesante del incipiente mercado rockero, jóvenes llegados del pop y la furia beat que comenzaban a inventar entonces el edén de las músicas, la libertad total para explicarlas en cualquiera de los formatos imaginados. Desde la copla y danza más tradicional, imbuida de folkies y reinonas de la canción legendaria y secular hasta el rock más cercano a lo que pronto alguien denominaría Hard Rock o Heavy Metal, estilos entonces aún conocidos como Power Rock o Rock Progesivo, como el del grupo Mountain (los únicos americanos del reparto en El Pea, bueno, en realidad sólo el neoyorquino Leslie West, su orondo y exquisito vocalista y guitarrista que aquellos días disfrutaba de la movida británica junto al productor de los famosos Cream, Felix Papalardi, que tocaba el bajo en su banda).

El lanzamiento del álbum El Pea significó un grito de bienvenida a la segunda gran explosión británica en sólo diez años (después del arrebato beat). El secreto de Blackwell fue fichar a muchos músicos que no correspondían al fotocall premiado de las multinacionales discográficas repleto de fantasmones, colorines y pop bubble-gum (la música chicle). David Swarbrick, un decir, era un violinista a la vieja usanza gamberra y cervecera y en ése ambiente de Island se convirtió en el rey del cañerio festivo. Todo el séquito Fairport Convention, banda de extraordinarios músicos itinerantes, secundó aquella juerga, con Sandy Denny arrastrando su impecable dicción rockera idolatrada para la eternidad  tras su inmediata desaparición del mapa. The Incredible String Band, tres cuartos de los mismo, hippies hasta el corvejón sus cantos y bailes llenaron de vida sana y caldos lisérgicos cualquier celebración y ceremonia. Un opereta de juglares alrededor del fuego (todo vale, nada sobra).
Pero aquel puñado de canciones guardaba como tesoros alguna que otra sorpresa como, por ejemplo, una terapia para la ensoñación y los tiempos muertos. Ahí irrumpían Tir Na Nog bordando el papel de místicos y acústicos. El dúo partía el alma cuando cantaban  Our Love Will Not Decay rodeados de tablas, tambores orientales, arpas, el exótico dulcimer (una especie de instrumento de cuerdas percutidas) y guitarras de doce cuerdas. Aquello, hasta entonces no se había escuchado jamás, compartiendo deslumbramientos y seducciones con el trío Amazing Blondel, otra oda al misticismo cuya música se ubicaba básicamente en los siglos XIV y XV, adornada de perfectas armonías vocales y golpes de, una vez más, guitarras acústicas. Nada sobra.
Nick Drake ejercía su intimidación en aquel doble con One of this thing is first, una canción que hoy misma sigue igualmente alterándonos el corazón. Siempre actual Drake, vigente ahora, oportuno entonces, una suerte de trovador eterno, imperecedero desde su prontísima desaparición fisica. Como Quintessence, un bandón inolvidable. Una tribu cosmopolita (ninguna coincidencia de orígenes entre sus seis miembros) de diletantes de la cultura oriental armados hasta los dientes de saxos, guitarras rockeras, pianos y desde luego todo el surtido de la escenografía hindú que uno pueda imaginar. Aún así, rock y blues de muchos quilates en esencia. Bárbaros en Dive deep, y en el álbum Quintessence, una oda al libre albedrío, emancipación absoluta en definitiva.

Pero El Pea, desde luego Chris Blackwell, jugaba fuerte a ganador, con algunos seleccionados que ya habían hecho estallar anteriormente la bomba Island en el panorama internacional. Traffic, por ejemplo, con un tema, Empty pages,  de uno de sus discos más personales, John Barleycorn must die. En lo que a mi respecta la obra cumbre del supergrupo; en su extravagante mensaje, John Barleycorn era la personificación del alcohol, "la compañía ideal para caminar por la senda de los dioses", según el relato autobiográfico de las vivencias y aventuras de Jack London, su creador. La narración se convirtió en una cantinela tradicional, puro folklore jaranero que también grabarían Fairport Convention y Steeleye Span. Traffic fueron, ¡y hay que decirlo, y muy alto!: Stevie Winwood, Jim Capaldi, Chris Wood y Dave Manson, el claro exponente de un magisterio siempre indiscutible; También estaban Jethro Tull, con Mother Goose, otra pieza en otro álbum histórico, Aqualung, palabras mayores...(necesitaría un capítulo aparte); Emerson, Lake and Palmer, con Knife Edge, una provocación más de otro de los nombrados entonces supergrupos, una sorpresa su presencia que valió una bronca entre el grupo y Blackwell: ellos querían incluir Lucky Man, su imponente bautizo musical como trío pero perdieron la porfía. Bien: Jimmy Cliff, ya lo hemos dicho; Cat Stevens, en el mejor momento de su carrera antes de hacerse musulman, en Wild World, otro de aquellos pelotazos de amor; Free, los de All right now para toda la vida que aquí dejan disfrutar a Paul Kossoff, su problematico y exquisito guitarrista, en un tema propio, Highway song y con Paul Rodgers ejerciendo su imperial timbre de rock, de cantante de rock: uno de los más grandes intérpretes de aquel rock progresivo que se ha conocido.

Mc Donald and Giles
Uno de los detalles que distinguen este formidable doble ejemplar de vinilo es la participación de Ian Mc Donald y Michael Giles, dos de los responsables en la creación de la magnifica y mítica banda King Crimson, el grupo cuyo tutor, Robert Fripp, pasó a ser uno de los principales gurus de la década.  Extract From Tomorrow's People, el tema que les representa en El Pea pertenece a la primera etapa de los músicos, coincidente con el debut del Rey Carmesí. Es el único álbum que grabaron como dúo y cuenta con algunas colaboraciones meritorias como la de Stevie Winwood que por aquellos días grababa en el mismo estudio la fantástica historia de John Barleycorn con Traffic. Un remate extraordinario en un elenco irrepetible de futuras estrellas.
El Pea
será perdurable con los años porque no ha perdido ni un ápice de su idiosincrasia, la creatividad sin red, la originalidad, el profundo barroquismo de un años convulsos en cambios, búsquedas y nuevos registros. Aún hoy, muchos de los nuevos nombres que aparecen en el mercado discográfico nos llevan a alguno de aquellos pioneros del rock más sincero. Con El Pea, la música de rock alcanzó su culmen, su punto de adorable partida.


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