29.11.13

La Luna, otra vez




Cuarto Creciente

El jueves, 5 de diciembre, se reinaugura el templo de la noche



Decíamos ayer... hace sólo 5 años... (publicado en STONE el 9 de noviembre de 2008):

Qué desazón. Qué tremenda soledad. La Luna, El Helecho, La Habana, Nashville... hasta si se aprieta: El Candil... el ocio de la ciudad de los últimos 30 años convertido en barro, piedra y cañizo con las Grubert y Macsa mordiendo los tabiques donde antes reposaban la Fania All Stars, Waylon Jennings, The Police y alguna vez Antoñita Peñuela. Haciendo las fotos he visto los rostros de Blas, Moncho y Pepe Moreno reflejados sobre el cómic de Corto Maltés plasmado por Ricardo Avendaño en aquel primitivo Café de La Luna; de Víctor y Tano partiéndose el culo con un chiste de viudas; de la Juanita convertida en Siouxsie sin Banshees; del Gitano, echándome un chubasquero en el fútbol por si llovía y de Carlos Arteaga suplicando por Juice Newton, la "Reina de corazones".
No hay polvo porque ha llovido, pero Ramiro, el de la grúa telescópica, no tiene piedad y machaca con infalible furia los muros. Hay cristales en el suelo de Anis del Mono y chapas de Coronita; le pregunto a Manolo, el que lleva la grúa giratoria, de dónde ha sacado la Weizenbier que se está aplicando. "Se la he robado a la memoria", dice el desaprensivo.

La calle Concepción con Gaona es ahora un espectáculo inmundo donde sólo lucen los recuerdos. Toda la calle, todo el chaflán es un lamento ahogado y halitósico.

(y ahora recupero la más rabiosa actualidad)

¿Todo?... ¡No!:
Un local donde hasta hace unos días pastaban cerdos jamoneros y burócratas de cartón piedra resiste todavía y siempre al horterismo panocho. Sus antiguos dueños han querido rescatar y perpetuar la leyenda y han luchado contra la barbarie del vacío y del pollo pera hasta reconquistar tan preciada y valiosa plaza, tan excepcional tesoro de la memoria: ¡el Café La Luna!.

Y la vida no es fácil para la pequeña tropa que se lanza a la aventura, ni lo ha sido para los que ostentaban el bendito espacio del “puekko” en la calle Concepción, personal que decide finalmente dimitir desencantado de buscar dehesas de ocasión en tiempos radicales. El dueño del local, el amo del sitio, del hueco,   Don Agripino Morataláz, sigue siendo el mismo propietario que cuando La Luna disfrutó de la gloria en aquellos recordados años 80 y 90 y como dice ahora Pablo Fernández Pigüi:  “Algo se haría bien en aquellos años porque cuando Pepe Moreno habló con Don Agripino, el mismo con el que contrató hace treinta y dos años,  enseguida se entusiasmó y le dijo que "para Pepe y La Luna lo que sea”. Ahí estamos.

La Luna en esencia
Juanita, aquel icono
Una gran noticia para la ciudad y, sobre todo, para la zona centro. Una recuperación de esplendorosas páginas del pasado con impetuosas e inevitables embestidas a aquel flashback populista que Cuerda inmortalizó en Amanece que no es poco, justo en aquellos años de oro de La Luna (algún miembro del bar tuvo, por cierto, un pequeño papel en la película) sin que los actuales dueños entre los que se encuentra, claro, Pepe Moreno, hayan cambiado un ápice la filosofía progresista de aquellos años:
“Como queremos ser los más modernos del mundo”, dice el Pigüi, “ya que La Luna siempre ha presumido de eso, le hemos dado vueltas de por donde pueden ir los bares modernos en la actualidad. El local es grande, con varias alturas, e invita al “multiuso”.  El horario (y la edad y la salud de algunos de nosotros) no permite hacer un bar puro de “la noche”. La idea de la librería surgió y enseguida nos gustó. Una librería dentro de un bar es un concepto raro pero en el que creemos”.

¡Una librería!. Estamos hablando de un multiespacio al estilo de las grandes ciudades europeas. Uno de esos lugares comunes donde se hojean libros de la Tashen o se venden ejemplares de David Foster-Wallace, mientras se escucha a Joshua Redman o Miguel Poveda y se paladea un buen bourbon. Donde la galería de arte puede tener un pequeño rincón para exponer, donde  se pueden comprar flores u objetos de autor como joyitas de porcelana y esas finuras...chocolatinas...

“Queremos hacer un bar que sirva tanto para tomar copas de noche mientras oyes buena música”, apostilla Pepe Moreno, “como de un espacio que dé más juego a otras horas. Nos ponemos a disposición de todo el que quiera organizar cualquier cosa. Presentaciones de libros, proyección de cortos, tertulias de todo tipo y todo lo que se nos ocurra, a nosotros y a todo el mundo”.

Bueno, es otra Luna, pero igual de moderna que aquella. Es la luna del nuevo siglo. La que nos trae el nuevo equipo comandado por Moreno, con Miguel Carbonell, Miguel Cerro "el Pozzí", Clara Cuenca, María Sánchez Toledo, Diego Dutra do Sousa y Gloria Isabel. La misma Luna que puede sorprender a los jóvenes con una música que les avise de los tiempos o con cualquier descubrimiento artístico (cine, revistas gráficas, libros), la Luna que repose al guerrero de las mil batallas libradas aunque algunas se perdieran (para eso siempre acude el blues).
“Un Café-Bar”, remata Pepe, “como los que ha habido toda la vida en cada barrio”.

Don Florentino García Tendero... el Tino, en plena faena lunera

Mientras Pepe Moreno me explica el diseño de la fachada que ha imaginado Pericacho, un grafitero de lujo que tenemos en Albacete, no me preguntéis “y tú de quien eres”, la imagen se me representa como una fantástica visión cósmica o los detalles de algunos rincones de la nueva estructura “a falta de algún trazo de Hugo Pratt”, le provoco, recordando la plica que selló para los anales Ricardo Avendaño en sus ahora recuperadas paredes; mientras abro bien los ojos para creerme el retorno del Jedi digo, dejo el flashback de Cuerda rodar sin limitaciones y suena como un trueno en mi memoria Psychedelic Furs y al tiempo dibujo sobre una percha las hombreras de Human League y los espectros fantasmagóticos de Lords of The New Church. Es la explosión de Albacete a la vida artística mundana, que sí tuvo lugar en los ochenta, tan anunciada en la radio su inminencia, aunque yo de tanto avisarla ni me di cuenta que ocurriera. Silvia TDT e Inés  Flores fueron algunas de aquellas musas luneras que solo con mirarlas ocurría algo. Como con la serena y espectacular sonrisa de María, a la que costaba pedirle un gin-tonic por no hacerle currar. Y hablando de copas, el Tino, que llegó como fontanero llamado a hacer una reparación y tiró las herramientas allí mismo para convertirse en camata ilustre por los años de los años.También la imponente presencia de Willy Villar, Oh no Will, aquella pose impagable al servicio del pop y de Los Hijos de Sánchez (contaba yo mismo en El Tesoro de Lodares.1993), donde también habitaba, Blas Belmonte, otro apóstol lunero al que la evocación en estos prolegómenos de regresos es inevitable. A Stiv Bators seguro que no le es ajeno esta nueva movida cósmica. Seguro que escondido tras algún pequeño satélite de satélite canturrea alguna vieja canción de los Dead Boys para celebrar el regreso mientras los Andicoberry, Pepe y Jesús, buscan desesperadamente la caja de sus truenos en la trastienda. Es la coral de los años que ahora nos tararea a todos nuestros gozos..., ya sin las sombras.

De izquierda a derecha: El Calvo, Perico de Teatro Líquido, Pepe Moreno y Willy Villar


Dejo para el final de esta llamada de atención para el próximo 5 de diciembre la fría estadística y el inminente turno de entrada y salida al nuevo templo:
La Luna se inauguró el 5 de diciembre de 1981. Hace 32 años.
Su nuevo horario será: de 12,30h del mediodía a 1, 30h de la madrugada diario, a 2,30h. Los fines de semana.
Como dijo el sabio, Todo es de color.

Luna Nueva

22.11.13

Andrea y los años


Joan Chamorro y su joven estrella Andrea Motis pasaron por Albacete.

- “Muchas gracias por venir, lo hemos pasado superbien”

Andrea Motis se despedía de esta manera tan chachipiruli del público albaceteño en el pasado Festival de Jazz de Albacete. No había sido en Imaginalia, ni se refería a un botellón en el Parque Lineal, ni a una pequeña fiesta de cumpleaños en el Embrujo de Granada. El mismo molde, Andrea, 18 años recién cumplidos y desde los 14 en los escenarios de medio mundo acababa de cantar en el Teatro Circo de Albacete por Sarah Vaughan y Nina Simone y recordado la trompeta de Chet Baker y los años de Johnny Hodges. Su maestro y mentor Joan Chamorro sonreía a su lado, satisfecho una vez más de su gran obra: la Sant Andreu Jazz Band, o de una parte muy importante de ella.

Sant Andreu Jazz Band, la fantástica aventura del jazz español



Y ése es verdaderamente el tema que me parece fantástico para abordar: la Sant Andreu Jazz Band, o como convertir a unos críos, supuestamente desorientados en la música  a la edad de 10 o 14 años, en verdaderos artistas de jazz. De jazz hemos dicho amigos, que no hemos dicho cualquier cosa.


Joan Chamorro lo cuenta: “El origen de todo es en 2006, cuando monté una escuela, con fondos municipales, para tocar, cantar y bailar jazz. Aparecen nueve chicos, inicialmente,  y empezamos a trabajar de una manera diferente a como lo suelen hacer las escuelas de música. Nosotros trabajamos de oído, utilizando también la memoria, buscando las fuentes del jazz como Johnny Hodges (Duke Ellington), Sidney Bechet, etc.,  Los chavales no los conocían entonces claro, se los fui “presentando” yo, como profesor y director. Ellos escogían y trabajaban esos sonidos”.

- “Yo no conocía nada de jazz, - interrumpe oportunamente Andrea Motis- pero pronto empezó a interesarme  y divertirme el dixieland. Bobby Hackett en la trompeta (Benny Goodman, Glenn Miller), por ejemplo. Joan me pasaba todo en MP3. En aquel combo de nueve disfrutábamos mucho con esos temas tan antiguos y tan divertidos, teníamos once o doce años y lo pasábamos bárbaro. Había un buen rollo entre nosotros. Recuerdo ir al Festival de Jóvenes Músicos de Tarrasa y triunfar. El grupo luego fue creciendo. Joan (Chamorro) sabe perfectamente a que chaval o chavala le puede gustar esta música y quien se va a motivar con ella. En realidad, para nosotros, tocar en publico ya era, ya es, un premio”.

Al principio, Chamorro incluía a los jóvenes compartiendo escenario con prestigiosos músicos del jazz catalán: Ignasi Terraza, el pianista, el saxofonista y hombre orquesta Richard Gili, Josep Traver, el guitarrista o el batería Esteve Pi; luego llegaría el reconocimiento hacia esa singular big band de chavales que poco a poco había montado. Empezaron a llegar los contratos, todo eran estímulos, motivaciones. Viajes, a Francia, Alemania.... Joan Chamorro había inventado la Sant Andreu Jazz Band, una banda que sigue alimentando la leyenda en cada concierto. En 2012, el director de cine Ramón Tort grabó el documental A film about kids and music sobre la Sant Andreu. Este documental ganó en agosto de 2013 el premio al mejor largometraje en el Festival de Cine de Austin (Texas, EE.UU.) y se ha podido ver recientemente en Albacete, dentro de la programación del festival de jazz.

A Joan Chamorro le entusiasma hablar de todos estos años: “Yo como músico de jazz me encanta todo lo que está pasando con los chavales. Siempre he querido bucear en esta música, conocer gente y gustos diferentes, que si Mingus, que si Coltrane, que si Parker, Gillespie... intentando no poner etiquetas y escuchar a Bix Beiderbecker y gente así. Eso que yo siento por la música intento trasladarlo a los alumnos. Es algo auténtico. Yo les digo:`esto es lo que hay chicos y vamos a trabajarlo. Si os va interesando cada vez os interesará más, porque esto es algo que os atrapará. Seguro´. Ahora no oyen otra música”.
La joven Andrea vuelve a intervenir: “Es cierto, yo me acuerdo que cuando empecé con el saxo, con once años, me encantaba el dixie, pero no el be-bop, oía  a Charlie Parker y no me decía nada todavía. Con lo maravilloso y divertido que era el dixieland, que podía tocar y hasta cantar... con el be-bop no podía hacer estas cosas. Ni tararearlo ni nada. Luego, a medida que iba conociendo el jazz, el bop me fue atrapando cada vez más. Descubrí que era interesante, que era diferente. Ahora no oigo otra cosa”
-”Es la propia evolución cronológica del jazz”, le digo, ¿Has llegado ya al free-jazz?.
-”Ja, ja", sonrie, "a Sonny Rollins aún no he llegado”.

Lógicamente, existe esa conexión directa con el resto de profesores y con los músicos que Andrea va conociendo. Gente que ha grabado con ella, gente importante que toca con ella y que igualmente están entusiasmados con ella. Una de esas experiencias fue nada menos que con Quincy Jones:
- “Tocamos en el Festival de Verano en Peralada”, cuenta sonriente, “Fue hace tres años (Andrea tendría entonces 15 años). Quincy Jones estaba invitado especialmente a tocar en el festival y hacerlo con algunos músicos españoles que él debía escoger, además de Esperanza Spalding, Lionel Loueke, Omar Bashir..., lo hacía en cada país que iba. Y nos escogió a Antonio Carmona y a mi. Canté cuatro temas y claro que llegué a hablar con él. Muy simpático, je, je, y un honor para mi”.
Scott Robinson es otro de esos grandes músicos que ha descubierto a la Motis. Ha sido importante para Joan Chamorro y lo será sin ninguna duda para Andrea. “Con Scott -dice Chamorro- existen muchos nexos de unión en los ensayos. Primero por instrumentista. El conoce todos los temas del repertorio de la big band y puede aportarle mucho a Andrea”. Chamorro no esconde su admiración por el saxofonista americano: “Él toca bebop, hard-bop... milita en la María Schneider, una de las big bands más importantes del mundo... a nivel de músicos y de conceptos... Se monta un trío o cuarteto y te toca free- jazz, lo hace todo de una manera auténtica y natural. Yo veo que, para mi, esa es la idea, la verdadera esencia de un músico de jazz y así quiero yo educar a los chavales. Que vean el jazz como un música abierta y que la interpreten como tal: ahora dixieland, ahora bop, swing... ellos ya tendrán su propio lenguaje y crearan su propio estilo. Ese es uno de los grandes objetivos de la Sant Andreu Jazz. Hay que ser muy coherente con todo esto. Muy exigente”.

Joan Chamorro lo que quiere es transmitir a los chicos ilusión y trabajo, sostiene que a partir de ahí todo llegará rodado. Nunca les ha dado plazos ni planteado exámenes parciales. No. Todo se ejecuta al momento. “Como mucho una semana de plazo para que me traigan una melodía interpretada” afirma concluyente: “¿Te gusta esto?, ¿te gusta lo otro?, así hasta que el chaval en cuestión escoge su propio ejercicio. Ésa es la dinámica que yo creo es la mejor manera de enseñar un lenguaje tan complicado como puede ser el del jazz”.
Comenta que cuando trabajas con niños, a partir de siete, ocho o nueve años, los chavales potencian su creatividad, potencian sus capacidades. Chamorro no deja de sorprenderse cada día cómo realmente están tocando. Ellos lo saben. Se dan cuenta de su propia evolución.
El secreto puede ser que los chicas y los chicos aprenden a tocar el instrumento con pautas de jazz. Siempre se ha dicho que cuando aprendes a tocar música, a conocer el instrumento, entonces puedes tocar jazz. “Nosotros lo hemos hecho al revés”, afirma orgulloso Joan: “Podemos aprender a tocar jazz desde el principio, no hace falta saber todas las escalas, todos los aspectos técnicos para poder hacer jazz. Esa es la idea. Tu coges unos niños les enseñas apasionadamente a escuchar, tocar, este tipo de música  y si consigues engancharlos los niños te responden. No hay que pensar que son unos genios por tocar la música que tocan.

Joan Chamorro & Andrea Motis en el Festival de Jazz de Albacete

- “Tenemos que hacer la lista de las canciones que vamos a tocar”, se interrumpe de pronto Joan. Falta un par de horas para el concierto de Albacete.
-“Manhá de Carnaval... Sarah Vaughan...” apunta Andrea
- “Fenómeno, haz tu misma la lista de hoy” resuelve Chamorro
- “Feelin Good, de Nina Simone, propongo yo, que ya había escuchado y visto una formidable versión de Andrea Motis en You Tube.
- “Ay sí, vale. La tocaremos para tí”, dice complacida Andrea.



La actuación del quinteto que nos trajo a la joven estrella del jazz tuvo la corrección que se le supone a una banda que toca cada mes en el Jamboree de la Rambla y que es la base de todo el sonido de la propia Sant Andréu Jazz Band: Josep Traver, Esteve Pi, Ignasi Terraza, Joan Chamorro y la niña-mujer Andrea Motis a la voz, el saxo alto y la trompeta. Temas standars del jazz escogidos por la propia paleta artesanal de la joven diva: My favourite things, en una versión desconocida y magnífica de Andrea o la excursión brasileña en Corcovado o Manhá de Carnaval que tanto gustan a la no ya tan niña. Destacó sobremanera el pianista Ignasi Terraza, soberbio y estilista con finos apuntes cuando la ocasión lo requería, el toque Mehldau paseándose en escena mientras Joan Chamorro, a su vez, perseguía el lucimiento al saxo con Andrea jugando al susurro. Sonaron así Chet Baker, Johnny Hodges y hasta Amy Winehouse en el colmo de la locura modernista. Todo muy personal, hasta si me aprietas íntimo. Una noche en el Jamboree, vamos.


En la actualidad, Andrea Motis ha decidido vivir estos momentos. Tocar y estudiar. Tocar mucho: “Intento abrirme en estilos no explorados”, dice, “eso es lo que me tiene atrapada en este momento. Entender la música que me gusta y que no domino ni puedo tocar. Me interesa mejorar en esos aspectos”. Andrea comenzó a cantar bastante después de iniciarse en la Sant Andreu. Comenzó con el saxo y la trompeta: “El hecho de que cante con los códigos del jazz, el swing, el soul, es que antes he aprendido a tocar unos instrumentos, el saxo, la trompeta, que me han ayudado luego a poder hacer las mismas modulaciones con la voz. Una vez que escuchas muchos discos, que interpretas instrumentalmente muchos temas, lo de la voz es más sencillo, más comprensible”.
El caso es que Andrea canta muy bien y además con cierta personalidad. Se gusta cantando y se adorna (lo hace mucho en las baladas), aunque, para mi gusto, aún le queda ese poso de sabiduría que sólo conceden los años. El que te lleva a dramatizar una nota, a tensar las pulsaciones, a montar la bronca. A Andrea, como demostró en el Teatro Circo de Albacete, ya solo le falta... el tiempo.


Andrea Motis, Joan Chamorro, acompañados del grupo que vino a Albacete, la Sant Andreu Jazz Band y la colaboración especial del saxofonista americano Scott Robinson. Interpretan Feelin Good.

Fotos: Paco Polope (directo) y JAF (backstage)
Entrevista realizada el 14 de noviembre de 2013 en el Teatro Circo de Albacete

18.11.13

Desde aquellos comienzos...




Los de aquellos teclados que nadie supo identificar en su momento: eran flautas silvestres? eran vibratos de vena de tejón?, wha-whas trucados?... oboes de triple lengueta?... Qué era aquello que sonaba en Lucky Man (1970) de EL&P?... una guitarra y su pedalera robada a Jimi Hendrix en las pruebas de sonido de Wight?
No, era un Moog, un sintetizador diseñado por el ingeniero electrónico Robert Moog. Eso era lo que sonaba en aquellos primeros discos del trío Emerson (The Nice), Lake (King Crimson) & Palmer (Atomic Rooster). Un armario repleto de circuitos cableados a la usanza de las viejas centralitas telefónicas. Keith Emerson lo manejaba con gran prestancia y cierto exceso de protagonismo y originalidad sobreactuada.
El propio Greg Lake, ahora en la vejez, lo recuerda, algo más discreto, en From the beginning, uno de sus temazos del 72


8.11.13

Ladies & Gentlemen, flotemos en el espacio



Ahora que el tiempo lo permite. Que todo, la vida,  procura ser natural... flotemos en el espacio.
Siempre recuerdo a Jim Spaceman (Spiritualized) en estos menesteres a los que uno se agarra queriendo evitar desparrames.
Es igual. Con él y sus terapias también acaba uno desperdigado en peripecias.

4.11.13

Algo pasa con Lou

Vicious by Lou Reed on Grooveshark




Hace más de una semana que murió Lou Reed y no ha ocurrido nada especial que indique que estamos en la era post-Lou. Tampoco supimos que había ocurrido nada respecto a Lou los días anteriores. Lo último que sabíamos de él era que había hecho un disco con Metallica, anda qué...,  y que preparaba otra exposición fotográfica, su última gran pasión. Laurie Anderson, su abnegada mujer, gastó sus últimos cartuchos de misticismo conyugal propinándole una sobredosis de tai chi fuera de los circuitos hospitalarios del Mount Sinai neoyorquino tan fríos y desagradables. Se lo llevó a su casa de los Hampton, en Long Island (allí solo viven artistas ricos, viejas glorias ricas y empresarios ricos, Kennedys y gente así) y lo preparó para la traca final. Laurie Oh Superman Anderson, es una de esas luciérnagas libres capaces de lo imposible en el mundo de las artes audiovisuales. Laurie dice que Lou murió haciendo tai chi, “mirando a los árboles y haciendo la famosa postura 21 de tai chi con solo sus manos de músico moviéndose por el aire”. No me lo creo; pero si ése es el epilogo escogido para quien ha caminado tantas veces por el lado más salvaje de la vida bienvenido sea el silencio, que uno ya va siendo mayor y empieza a ver estas cosas como algo natural.

Yo llevaba unido a este hombre desde que mis primeros colmillos aprendieron a morder, a triturar, a veces a paladear, mi propia historia. Sí, desde que Andy Warhol le reservó un cuchitril en The Factory,  junto a John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker, pasados ya aquellos primeros meses de Primitives, Warlocks, etc, tiempos que no llegué a conocer hasta que, como ahora, tuve que escribir algo sobre sus ancestros. Desde entonces he (hemos) estado pendiente de él siempre que ha sido necesario, incluso cuando dejó a la Velvet y volvió a los trabajos manuales de fresador o carpintero, antes del rescate Bowie, antes de la edición de Transformer. Me ocurre con Lou Reed (menos, con sus otros compañeros de Velvet Underground), pero también me ocurre con Keith Richards, Eric Burdon, Ray Davies, Stevie Winwood, Eric Clapton, Neil Young, Stephen Stills, David Jones, perdón, Bowie, etc., etc., etc., y no digamos ya con Bob Dylan, al que ahora recuerdo en la portada de la revista española Fans (yo con trece años) con un camisón negro de flores y luciendo esplendoroso su pelo Harpo, engafado de sol, saliendo de un avión en Heathrow y presto a montarla en Europa (luego lo vería así mil veces en el formidable documental de Pennebaker, Don´t look back). Pasaba minutos, minutos ¿eh?, mirando esa portada a falta de más información visual sobre mi ya entonces ídolo de juventud.
Pasaba minutos mirando a Dylan, mirando a Reed... Esta gente han sido compañeros de viaje durante toda nuestra santa vida. Hemos estado pendiente de sus exitos, sus neuras, sus lecturas, sus caídas en picado, sus resurrecciones, sus películas, sus álbumes piratas, sus conciertos en España...
Mira, ahora me acuerdo:
¡Lou Reed estuvo a punto de venir a Albacete en mayo de 2006!. Lo tuve engatillado cuando trabajé en el Teatro Circo. Su agencia española me vendió la moto de que Reed iba a dar unos pocos conciertos en España y el caché era bastante asequible (venía en trío). Sólo había un problema, Lou Reed no quería carreteras ni trenes (¿a ver porqué?). Les envié fotos del Teatro, les abrí toda clase de comodidades, todo  para que a Lou no le faltara de nada en Albacete ni en La Roda y, esto es lo mejor, conseguí que una entidad financiera local me pagara el avión (eran otros tiempos) que lo trasladara desde Oporto, donde sería el concierto anterior, hasta el fastuoso aeropuerto de Los Llanos en  Albacete, a sabiendas de que ese día no iba a encontrar overbooking de aparatos en su pista principal de aterrizaje. Bien, pues ni por esas. Lou se puso burrote con su manager, con su oficina española y dejó bien sentado que en España sólo actuaría en Madrid y San Sebastián en esa gira. Ni una palabra sobre Albacete, el muy jodido...
No, nunca se lo tuve en cuenta y eso que juré que si lo traía a Albacete ya me podía retirar del Teatro Circo.
Ahora los dos andamos entretenidos en otras cosas menos terrenales.




1.11.13

El doctor Paolo Conte


Los Discos del Año 2013. Octubre
PAOLO CONTE. The Best 




Trampa. Este disco, lo sabe cualquiera que conozca la biografía y discografía de Paolo Conte, no ha salido ni mucho menos este año, ni el pasado ni el anterior. Este es un disco de primeros auxilios. Este disco vale para toda la vida, aunque tiene su origen recopilatorio en 1986 (lo reeditaron otra vez en 1998).
Si, ya se que hay muchos discos que valen para toda la vida. Muchas mañanas me despierto con el Filmore East de Allman Brothers Band del 71 o con el Aftermatch del 66, pero algunas veces ocurre que, sin explicación alguna y desde luego sin avisar, te viene un médico de urgencias (Paolo Conte) y te aplica un electroshock compulsivo con perdida aditiva del tejido adiposo subcutáneo que te deja como unas vidas mías. Ése es el caso de este maravilloso recopilatorio terapéutico.

La canción dedicada a Gino Bartali, el ciclista, es épica; bueno, ejem, todas sus canciones son épicas. Paolo Conte tiene esa exquisita habilidad ajena a los humanos comunes, que con sólo mirarte y abrir la boca sabes que te va a decir y explicar algo elegante, agradable, profundo..., aunque sea un guiño doméstico, una anécdota vecinal, un cuernacuentos...

se quedó allí con su sonrisa 
mirando pasar el tranvía, 
antigua pista de elefantes 
estirada sobre el asfalto

A mi, su empaque en escena me recuerda algo el de Count Basie, ésa estatua inmóvil pegada al piano que parece puede desintegrase al levantarse y que dice tanto con sus manos como con sus gestos y miradas, como con sus cuerdas vocales (Conte, no Basie).
Sí, definitivamente este disco es jazz gestual, íntimo, de entre colegas..., de los que te arreglan la vida. Por eso quise escucharle en octubre.