28.9.10

Full House Head, el disco de Endless Boogie



Endless Boogie, la llamada de papá Rock
Una sorpresa. No porque uno se pase la vida buscando las justificaciones de una controversia agotada, el óbito del rock como género, sino porque pasando limpiamente de afirmaciones gratuitas, a veces, las luces sorprenden con más lozanía que las sombras. Con más entusiasmo, vaya. Lo de Endless Boogie impresiona gratamente porque, siendo como son, Serie B, abundan en los pellizcos maliciosos. Como ocurría con gente como Man, por ejemplo, o Mountain, o aquellos poderosos combates de Bad Company. Claro, en aquella época, principios de los setenta, que esas bandas te salvaran de los infinitos eruptos guitarreros de John Cipollina, por nombrar un latoso, era normal. Eso ahora no pasa, salvo alguna contada excepción, que debe haberla. Endless Boogie golpean a martillazo limpio la tumba de Paul Kossoff para robarle alguna púa. Y luego la pasean como un trofeo. El sonido es como una sinfonía de búfalos indecisos. Patean. Braman. Zumban. Todo a un ritmo frenético. Sin solución de continuidad. Y, de vez en cuando, sueltan las guitarras -a pares- con la presteza del mejor blues. Deben tener alguna deuda con él, porque sinó no se llamarían como un álbum de John Lee Hooker. Con todo, la banda neoyorkina suenan lozanos, descarados y repletos de ideas. Full House Head, es su segundo álbum y es doble. La entrega corrobora todo lo dicho, experimentado ya en su primer disco de hace dos años, Focus Level. Una banda, cuarteto, que debería haber salido de las tuberías del desaparecido CBGB de la Calle de los Borrachos. Lo digo porque con tanta matraca criminal que pegaron - el CBGB- en sus últimos años, no les hubiera venido mal alojar a estos pendencieros para salvar el prestigio. La buena noticia es que Nueva York sigue produciendo tenaz infantería haya o no haya CBGB. Y entretenimiento rock. Que no le llamen otra cosa a lo que hacen para quedar perspicaz y sofistiqueras. Es rock, del de toda la vida y Leslie West y Mark Farner lo hubieran firmado entonces. No digo ya ahora...

27.9.10

Falsaria de Indias presenta su último espectáculo: Alrededores

Llanos Campos, un trance
Tan lejos, la imaginación, la fábula, la figuración... Tan cerca, nosotros mismos, los ancestros, la comarca, las vivencias de nuestros mayores, el pasado sombrío. Falsaria de Indias, Llanos Campos -un decir- sabe de eso. La actriz y autora albaceteña lo fagotizó en la brutal Por el Ojo de la Cerradura, lo frivolizó en Cientovolando, lo parodió cuando puso en escena aquel entremés de Cervantes En un Lugar de la Mancha. Llanos -el nombre lo dice todo- es de las nuestras y se ha fijado. Ha clavado su cámara de los sentidos en cada uno de nosotros y ha procesado los datos. Nos conoce en toda nuestra dimensión, también en la más lúgubre y áspera. En Alrededores se centra en la patología de la muerte y su sentido más morboso: "Querer morir... y no saber cómo, morirse... y sentirse estafado". Llanos, Falsaria, y la crónica de la muerte, con ése toque de humor a la manchega, a la serrana, ya reconocido popularmente e indisolublemente ligado a nuestra tierra. Me río, pero es trágico. Me río por no llorar. Es José Luis Cuerda cuando se lamenta en la taberna o Joaquín Reyes en Enjuto Mojamuto y hasta el esperpento de la Cañizares en Cámara Café. Otras versiones de aldea, de nuestra propia aldea. La de Llanos es más dura. Desgarra, por que sus asuntos son muy serios, más trascendentes y a la vez, más cercanos. Miserables. Llanos Campos conoce el oficio y además domina nuestra psique más mórbida. Puro teatro.
Teatro Circo de Albacete.9 de diciembre. 21,00h.

Publicado en STONE el 27 de septiembre de 2010

26.9.10

Joe Lovano en Albacete




Ha llegado el bop

Si uno tiene un padre, músico de jazz, que desde pequeño te está mostrando su fachada más dinámica, te regala un saxo como el que le compra a su hijo unos Juegos Reunidos Geyper, te lleva a recónditas y sesudas sesiones con colegas, te compra discos de Dizzy Gillespie, James Moody o de Ronald Kirk, el africano, no es raro que el resultado sea que salgas un Joe Lovano, o lo que es lo mismo, uno de los interpretes actuales más cotizados del mundo del jazz.

Ya, si descubres en esas circunstancias a John Coltrane y te apuras en él, lo más probable es que tu tendencia sea la del afinador y esteta del mejor bop y la apertura a todas las puertas del Jazz Libre. Sí, a Lovano le ha ocurrido todo esto y por eso es quien es hoy. Lo mejor que ha hecho ha sido, y eso conlleva bastante riesgo, activar y remover la historia del género radicalmente, sin cortapisas ni condicionantes de sellos discográficos ni público. Ha rescatado la naturaleza de Coltrane y la mejor cualidad del free-man, en dosis excelentemente administradas. Para ello ha llevado una carrera minuciosamente cultivada: mucho concierto adolescente viendo a Ornette Coleman o a Jimmy Giuffre, tipos de orfeones eminentes; o asistencia a Berklee, ése santo lugar en Boston que ya debían nombrar pronto patrimonio de la humanidad. En la gran escuela jazzística de Norteamérica conoció a John Scofield, a Bill Frisell, por nombrar a dos con los que pronto montó banda y cuando se quiso dar cuenta ya estaba tocando en la gran orquesta de Woody Herman.


Con todo ello Lovano no adopta influencias, las absorve y las reparte teniendo en cuenta con quien está y cómo dosificarlas. Escuchándole ahora con el pianista, tristemente infravalorado, James Weidman, su magisterio es exquisito. Joe Lovano posee en abundancia el sentido de la espontaneidad que siempre ha caracterizado a los mejores improvisadores. Sus arreglos de temas tradicionales son absolutamente personales y libres, desenvueltos, con ése toque de naturalidad que sólo poseen los grandes. Entre sus músicos, Weidman es simplemente brillante en todo y no se encuentra la razón al formidable descuido de su importancia en la pomada jazzística. Delicioso y refinado, el pianista es el contrapunto a todo el artificio de Lovano, como lo son los dos baterías, dos, que se gasta el de Cleveland en otro ejercicio más de poderío conceptual (Otis III Brown y Francisco Mela Dumbek). Su último álbum, conocido, Folk Art, es una lección del jazz de toda la vida, del jazz que tocaba Charlie Parker, Lester Young y, por supuesto, el último John Coltrane. Así lo ha reconocido la crítica de Downbeat, la revista más prestigiosa de jazz de Estados Unidos, quien le ha otorgado los premios de Mejor Artista de Jazz, Mejor Saxofonista y Mejor Grupo de Jazz del año 2009.




Joe Lovano y su banda estarán en el Teatro Circo de Albacete el día 4 de noviembre de 2010.


Formación: Joe Lovano (saxophones); James Weidman (Piano); Otis Brown III (Drums); Francisco Mela (Drums;); Petar Slavov (Bass)...
Pues no. Ahora resulta que no vienen Weidman ni los baterías habituales. La Agencia española pone el caramelo y luego te lo quita. Vaya. Definitivamente la formación será Lovano y Slavov, con Salvatore Bonafede, piano y Jorge Rossy, a la batería.

El extraño viaje



El Cepa está vivo

Observando la filmografía de Guillermo Montesinos, uno de los protagonistas de la obra, asoman entornos, situaciones y formidables dibujos escénicos que nos acercan descaradamente a la España más negra que muchos hayan vivido. Aquella España de El Crimen de Cuenca, de Pilar Miró; Amanece que no es poco de José Luis Cuerda; Siete días de enero, de Bardem; Los zancos de Saura; incluso La Vaquilla de Berlanga. Montesinos, como el director de esta puesta en escena, el albaceteño Gabriel Olivares, dan la imagen y la idea, respectivamente, para volver a rodar, en este caso por las carreteras de esta otra España del siglo XXI ése extraño viaje que a menudo retorna, con todos aquellos sombríos ambientes que creíamos olvidados o definitivamente desaparecidos. Olivares se empeña en sacar de nuevo aquel Carromato de su casi debut por las zonas más agrestes, más rústicas y lo ofrece a sus paisanos, como ya ha hecho en otras ocasiones, como un imponente y riguroso estreno.

Para la representación, El Reló ha creado un reparto de lujo, empezando por el ya no prometedor sino confirmado director escénico y guionista Gabriel Olivares. El albaceteño dirige a Víctor Ullate Roche, Juana Cordero, Juana Andueza, Ana Villa, Mar del Hoyo y la figura incuestionable, cada día más, de Guillermo Montesinos (¡¡que soy el Cepa!!, ¡¡que estoy vivo!! -El crimen de Cuenca-) que con Marta Fenollar escribe esta versión teatral y que aporta su experiencia como ayudante de dirección.
Teatro Circo de Albacete. Días, 14 y 15 de octubre. 21,00h.