25.5.09

Arturo Tendero, la vida en un folio



el poeta y escritor termina su nueva obra Materia Fugitiva

Vivir cada día en Albacete tiene esos lances, que uno se reúne con un artista y no queda, es un decir, en el Ritz, el Hotel Palace o el Círculo de Bellas Artes. Queda, es una afirmación, en el Instituto. Bueno, dicho pomposamente podríamos decir en el Instituto Bachiller Sabuco que debe su nombre a Miguel Sabuco y Álvarez, estudioso destacado en ciencias y letras, médico y filósofo español del siglo XVI (natural de Alcaraz), autor de la obra Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre y es la primera gran institución estudiantil de la ciudad; pero para mi como para tantos otros me cito en el Instituto, llamado por las últimas generaciones el Uno, que a mi eso me suena esquivo, qué quieren que les diga, a segundo plato, a uno más. Vamos a ver: allí, en aquel trasatlántico de la Avenida Rodríguez Acosta me salieron los dientes y los calores adolescentes, allí estudiábamos los chicos por las tardes para no mezclarnos con las chicas, que iban por las mañanas, no fuera el caso y se nos ocurriera manosear los pololos que les ponían los educadores de entonces. Allí, en aquel panteón del recuerdo, me partía a sprints en el primer andén (la palabra la aprendí entonces) con mi amigo Luis Guillermo García Saúco mientras el resto de la clase daba francés (como ya habían aparecido los Beatles yo daba inglés) y allí, precisamente, me moría de miedo cada vez que aparecía el Jefe de Estudios, un hombretón de porte impecable con la naríz algo roja, Don Luis Morcillo.

El Jefe de Estudios
Unos cuantos años después, pongamos cuarenta y cinco (Antonio Flores, Ginés Meléndez, Luis Morales, Manolo Belmonte, Manuel Pedro Sánchez... buff...), me presento así sin más en el Instituto preguntando por el Jefe de Estudios actual y entro en los sacrosantos aposentos del profesorado, inexpugnables en mi época de berberecho. Arturo Tendero me espera para charlar un rato de su nueva obra poética Materia Fugitiva. Arturo Tendero es el artista de la cita, el poeta, el escritor, el columnista con quien comparto espacio en éste periódico (La Verdad) los domingos, el hombre de cuya pluma aprendo cada semana desde que le conocí, joder, también hace muchos años, en la radio.¡Él es el actual Jefe de Estudios del Bachiller Sabuco!. "El poemario que estoy corrigiendo, habla de lo que hay en nosotros de quienes nos han precedido. Es un libro generacional" (¿eso cabe en la vida cotidiana de un Jefe de Estudios, tal como yo los recuerdo?). Habla de su nuevo trabajo, pero su última obra poética era una delicia: Cosas que apenas pasan. Escribía Arturo sobre cosas que nos cambian sin que nosotros lo notemos: "...un trueno repentino es la señal de que el verano acaba/ es sólo media tarde y ya tenemos que encender la bombilla para alumbrar las simples tareas cotidianas/ Dos moscas aturdidas sobrevuelan las sobras del almuerzo y del verano/ De pronto no apetece ya salir./ Miro por los cristales/ recorro las estancias sin fijeza como las moscas, con un peso en las alas que no deja volar el pensamiento/ Estamos de mudanza sin habernos movido".
Emociones cotidianas que vivimos y olvidamos inmediatamente, pero sin embargo nos marcan. Aquellas pequeñas cosas en las que casi no reparas, olvidas en el trazado pero que te dejan huella, de hecho te marcan en tus emociones, tus hábitos emocionales. El actual, Materia Fugitiva, es un libro en el que salen sus bisabuelos, su familia y conviven con el autor de una manera lejana, emocionalmente claro. "Un ejemplo-dice-: hay un poema que se llama "Indigesto Familiar", la idea es la siguiente: tu hija se pone mala a medianoche, nos ha pasado a todos, algo que le ha sentado mal, te levantas, zombie completamente, tu mujer y tu, zombies los dos, os ponéis a limpiar vómitos y esas cosas, consolar a la cría, etc., bien, cuando te acuestas otra vez es como si lo hubieras soñado, pues de alguna manera todos esos gestos que has hecho se los has visto hacer a tus padres, tus padres se lo vieron hacer a tus abuelos, tus hijos a ti, en ése momento está toda la familia presente, todas las generaciones... un poco ésa es la historia del libro. Es la herencia familiar. Las palabras con las que consuelas a tu hija son las mismas con las que te han consolado a ti de pequeño. No hablo de componentes genéticos hablo de componentes vividos".

Teatro, periodismo, educación física, actividades públicas, velan el sentimiento apasionado en la escritura de Arturo Tendero, la caricia del folio, el encuentro con su auténtica identidad. Te lo dice en tono apasionado: "lo decía Pesoa: `escribir es una manera de estar solo´, una buena definición. Yo cuando estoy solo segrego escritura, como los caracoles segregan baba. Es una hábito, cuando estás solo las vivencias que tienes les das forma de escritura. Es cotidiano para mí. Es otra manera de mirar la vida. No buscar porqué y para qué, si lo hicieras no estarías escribiendo. Umbral decía: "cuando escribes estás pensando, descubres cosas que pensando no descubres", o sea, no las descubres de otra manera que escribiendo... ves cosas que las descubres al escribirlas".

Chinchilla
Arturo vive en las alturas: Chinchilla. Esa prolongación de la capital, Albacete, en otra que habiéndolo sido no quiere volver a serla. Dicen sus residentes que está llamada a empresas más recias: capital del arte estepario, centro epistolar de la cultura... "No creas, una ciudad como Chinchilla debería tener doce o quince museos, sólo tiene uno: el de cerámica y es privado. Mucho ruido público para tan poca atención al patrimonio, siendo Chinchilla como es, la mayor parte de su cultura debería ir al patrimonio. Se está reconstruyendo el castillo, pero están los baños árabes, por ejemplo, de los que hablan todos los folletos turísticos y nadie los ha visto. Patios barrocos que se están perdiendo, cuevas que han sido el hábitat de la gente de Chinchilla durante siglos que hasta hace dos años le echaban una calle por encima. Eso son cosas que me duelen de mi pueblo. Espero que se reparen pronto".



Los premios
Arturo, se lo digo, es un pequeño duende que habita en la copa de una carrasca serrana y desde allí vigila. Escribe todo lo que se mueve y lo hace con la delicadeza del elfo. Estoy seguro que disfrutará de una larga vida como ellos, si no posee ya algún dominio mágico. No es extraño pues que haya ganado los premios José Agustín Goytisolo, Manuel Alcántara, Gerardo Diego, el Jaén de Poesía y haya sido finalista en el Jaime Gil de Biedma: juega con la ventaja del infinito observador. Sus poemarios Las aves sin dueño (2000), Adelántate a toda despedida (2005) y La memoria del visionario (2006) han tenido la celebración merecida y correspondida: "la poesía, siendo minoritaria, es muy agradecida. los poetas somos muy consoladores en el sentido de que tu cuando compartes una emoción te sientes cercano a otro ser humano como a lo mejor no lo estás con las personas que tocas cada día. A lo mejor estás leyendo a un poeta muerto y sin embargo estás más cerca de él de lo que sentía cuando escribió el poema con las personas vivas que había a su alrededor. Eso es consolador, porque te sientes acompañado. Sientes que tus sentimientos por muy tristes que sean los puede sentir otra persona que ya no está sola. Esa es la fuerza de la poesía".

Cuando dejo el Instituto, ni me doy cuenta de que abandono el portaviones de mi memoria. Ha sido Arturo, seguro, que me ha transportado a su mundo onírico y me ha suministrado alguna pócima sin enterarme.
Tengan cuidado con él si se lo encuentran.



El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 24/5/2009

18.5.09

Antony & The Johnsons, la última joya del pop




El artista americano dio un extraordinario concierto en Murcia

La música pop es como un gran monstruo mediático que todo lo devora. Descubre su producto en el último confín del mundo, lo condimenta, lo pule y lustra y cuando está en su punto lo ofrece como fiambre para el consumo popular. Los interesados ya se encargarán de marcar los tiempos adecuados para exhibir la etiqueta de caducación. Antony Hegarty (Chichester, Inglaterra, 1971) es un artista, un producto, atípico en ésta compulsiva dinámica de consumir y tirar. No pertenece a ésa larga lista exhibida en los menús tradicionales, rompe los moldes y crea su propia dinámica de tratamiento. No es que vaya a ser: es que ya es de los productos imperecederos, de los que duran y duran. Ya ha comenzado a entrar en los libros de la caballería ligera del pop; bueno, en realidad Antony dejó muy pronto de ser un artista pop para convertirse en uno de los nuevos iconos de nuestro tiempo. Atrás queda su estentórea fachada underground y la mítica que le acompañó tras el descubrimiento sublime de I´m a bird now, su disco de 2005. Con el nuevo trabajo que estos días presenta en España, lo hizo en Murcia el día 7 del presente mes, The Crying Light, Antony y su excelente combo The Johnsons es una confirmación envuelta en papel de regalo, de lujo, para degustar sin la menor predisposición a la típica novedad de un nuevo artículo de consumo. Es una brillante realidad.

Antony apareció en el escenario del Auditorio Víctor Villegas diez minutos después de recordarnos su actual fijación por la danza japonesa (reflejada en una impresionante fotografía del bailarín de danza Butoh, Kazuo Ohno, en la portada del nuevo álbum) a través de una ninfa que desplegó todo un compendio de la danza oriental preparando el ambiente intimista y sombrío que presidió todo el recital.
Luces sesgadas, lloronas, para un artista, un fantástico vocalista, que interpreta el silencio como nunca habíamos sentido. Éste, Antony, iba de gran “madama” de la escena y marcaba su propio tempo desde el rincón del pianista, a veces imperceptible, pero con un vozarrón sorprendente en su inicial interpretación de Where is my power, antesala de todo el despliegue de su último trabajo. La luz que lloró intencionadamente durante toda su estancia en escena nos mostraba los cambios de instrumentos que un intendente ofrecía a los músicos delicadamente; sobrios, elegantes, austeros, a la espera de una mirada de la diosa, la mía clavada en Julia Kent y su violoncello. Ella ha estado en todo el proceso creativo de Hegarty y representa mejor que ninguno de sus compañeros la propuesta del artista.


Antony, mientras, clavaba sus quejidos en cada butaca del salón, en el mismo centro de cada corazón y lo hacía desplegando todos los matices que puede ofrecer una voz privilegiada, sin mesura, abierta a todos los sentidos de la música. Estremecedoras Another World, The Crying Light, For today I am a boy; en Man is the baby, Antony saca de la chistera su peculiar dominio del silencio y a la vieja usanza del maestro Thelonious Monk realiza para todos su acrobacia preferida: contener la respiración, suspender el aire, parar los pulsos, parar el tiempo. El prodigio se cumple según el guión y todo transcurre en una representativa aventura mística. Es entonces cuando se levanta del piano y ofrece, tímidamente, su físico al respetable: ropa (de hombre) diaria, de ir a por el periódico, cubierta con un manto transparente que le llega hasta las rodillas. Pelucón lacio negro que le cubre casi la cara. Estatura y corpachón de estibador de puerto. La parodia estrambótica del encanto. Todos aplauden.



La carrera profesional de Antony Hegarty ha estado siempre rodeada de una mítica suerte legendaria: el descubrimiento de su propia identidad transgenera; el recorrido por una geografía de búsqueda, Amsterdam, California, Nueva York; la fascinación por la iconografía glamourosa de Boy George, Marc Almond; su natural tendencia al mundo de las artes gráficas, escénicas y su decisivo encuentro con los dioses, Lou Reed en el Olimpo y su último álbum con la Velvet Underground, Loaded. De haber vivido para experimentarlo sería todo un caramelo para Andy Warhol. Una tarta de frambuesas para el siglo XXI. En I´m a bird now rompió todos los moldes discográficos e inauguró una nueva era resentida por las indecisiones de última hora de Bjork y Prince.
Suponía el descubrimiento de un nuevo icono sólo que (bird) era un único disco y faltaba saber si iba a suponer flor de un día (antes había avisado con un álbum iniciático que no produjo ninguna trascendencia: esos laberintos que guarda siempre la memoria artística). Cuatro años ha tardado (Antony es obsesivo con la perfección) el mundo de la música en corroborar los expectantes pronósticos en The Crying Light. Mientras, a Antony Hegarty se le puede escuchar cantando Llamando a las puertas del cielo en la banda sonora de la película sobre Bob Dylan I´m not there; en dos canciones con Bjork de su álbum Volta; en los elepés de Lou Reed The Raven y Animal Serenade; en el de Rufus Wainwright Want Two; en el Happy Xmas de John Lennon, con Boy George en un disco recopilatorio y reivindicativo; en fin, con Bryan Ferry, Franco Battiato, una extensa pléyade de discos y músicos del siglo XXI y últimamente en el formidable Easy Come, Easy Go de la incombustible novia del rock Marianne Faithfull. No, Antony Hegarty no es de los que se toman tiempo entre grabaciones de obra nueva, si lo ha hecho es porque ha sufrido la tiranía del triunfador, aquella que manosea y moldea a quienes hurgan las puertas del cielo.

Concierto de Antony and The Johnsons en Murcia.Día 7 de mayo de 2009. Auditorio Víctor Villegas. 21,32h.
Duración: Una hora y media.
Antony Hegarty (voz, piano),
Músicos (vestidos para una convención de Elfotex):
Rob Moose (violín y guitarra),
Julia Kent (violoncello),
Maxim Moston (violín),
Jeff Langston (bajo),
Parker Kindred (batería, voces) y
Douglas Joel W. (guitarra, metales).Calificación: Ferozmente hermoso


El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 17/5/2009.

10.5.09

Rock and Roll, algo más que un baile




la música que revolucionó la segunda mitad del último siglo


Siempre me quedaré con aquella frase mítica del joven manager de los Rolling Stones, Andrew Loog Holdam para alentar a sus muchachos: “Buscad algo que haga temblar a los adultos e inmediatamente tendréis en las manos un éxito garantizado”. Es cierto, hay un componente social en la creación de aquella nueva música creada por los negros a lo largo de todo el siglo que atrapó a la "corriente independentista" de la juventud americana de principios de los cincuenta, confusa, desorientada por la nueva América del senador McCarthy. El American Way of Life en realidad proponía un estilo basado en el consumismo desbordante y la exageración de una vida fantástica, idílica, orientada hacia la ostentación y el esplendor reflejados en todos los ordenes. No era un buen caldo de cultivo aquel ejercicio de primera potencia para una América donde los jóvenes poco o nada podían contribuir a excepción de aplicarse en altas licenciaturas (no todos podían aspirar a ello) y en un buen arreglo de boda. McCarthy y la generación Eisenhower no contaron con el desarrollo cultural de la joven América que disponía de sus propios argumentos ya esgrimidos desde la paz de 1945: el cine, y su propia contribución de algunos éxitos en taquilla como High School Confidential, de Jack Arnold o, posteriormente, Shadows, de John Cassavetes y, naturalmente, Rebelde sin Causa, de Nicholas Ray y los nuevos príncipes de la pantalla: James Dean, Russ Tamblyn, el Marlon Brando de The Wild One, Dennis Hooper...; la literatura, con la irrupción de los jóvenes escritores beat (John Kerouac, Allen Ginsberg, Neal Cassady) y, claro, la música, aquella que interpretaban negros llegados del sur y que explotaban sin ningún pudor ni reconocimiento de autoría en el norte los blancos que ostentaban los puestos de dirección en la industria discográfica y salones de baile.



Ésa música ya tenía un nombre, Jazz, pero como ya se ha dicho alguna vez en ésta página el jazz era un calidoscopio de géneros y estilos donde brillaban algunos con definición propia como el blues o el que comenzaron a practicar los negros llegados del sur y establecidos en el norte (Chicago, Detroit, donde había más dinero y medios), al que añadieron la palabra Ritmo, así como suena; mas bien: rhythm and blues, el resultado de una evolución instrumental del blues sureño con las guitarras ya electrificadas y una poderosa sección rítmica apoyada en muchos casos con brillantes secciones de vientos..

A Louis Jordan, por ejemplo, se le consideraba en círculos ortodoxos un dispendio jazzístico porque, al margen de su estilo habitual, el blues, practicaba lo que algunos denominaron boogie-boogie, un paso más acelerado que el swing; pero no creo que tuviera la culpa de haber nacido unos años antes de la explosión del rock and roll ni de ser uno de sus grandes precursores. Como a todos, casi absolutamente a todos, los músicos blancos de Memphis les ocurriría con aquella música ganadera y huertana que disfrutaban en sus tradicionales salones de baile a golpe de pintas y bourbon a la que llamaron Country & Western, donde, y aquí llega la ironía, un negro ciego sentó su cátedra de denominación de origen: Ray Charles (podrían escribirse veinte folios sobre ésa ironía, sobre el efecto causado en aquellos paletos racistas el protagonismo del pianista negro en el invento).


Cuando el rhythm´n´blues y el country & western se encontraron en la coctelera el combinado fue demoledor. Hubo algunos expertos en botillería que promulgaron el invento pero tuvo que ser un blanco, era impensable que así no fuese, Alan Fred, quien a través de la radio pronunciara por primera vez a un público tan amplio, el de las ondas, la expresión mágica, el bautizo de todo un movimiento: llamó a su programa Moondog´s rock and roll party. El locutor había sido avisado por los propietarios de tiendas de discos de la atracción de los chavales blancos de Cleveland por artistas negros casi desconocidos.
Y tanto, porque en casi todos los casos las portadas discográficas que manejaban estaban ilustradas por dibujos de escenas de bailes y guateques (de blancos) y gráficos de chicas (blancas) en plan Alberto Vargas. En último caso se utilizaba una buena fotografía de los alrededores de Cleveland, las noches de Chicago también servían. Ni una sola imagen de sus verdaderos protagonistas. La historia pondría a todos en su sitio (por cierto, Alan Fred acabó envuelto en historias turbias, condenatorias, por cobros subterráneos de comisiones...ayayay...) y para ése entonces la juventud americana ya conocía que detrás de todo aquello estaban los grandes impulsores, negros, del nuevo movimiento musical: Fats Dominó, el propio Ray Charles, Little Richard, Larry Williams, Chuck Berry... Mmm, el rock and roll.



He dicho que la historia pondría a todos en su sitio, porque en la década de su irrupción, los años cincuenta, el pastel lo siguió disfrutando la industria blanca: los managers, las distribuidoras de discos, las emisoras radiofónicas, que durante unos pocos años inventó y apoyó hasta donde pudo a sus artistas blancos, mucho más desde la aparición en 1954 de aquel ciclón llegado de Memphis, Elvis Presley, que supo reciclar su genuina trayectoria country para adaptarse a los nuevos compases que marcarían sus inmediatos antecesores negros. Una vez creado el rey, lo demás (Bill Halley y sus Comets, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, Eddie Cochran, Gene Vincent), el negocio, sería un paseo para los creadores de discos y leyendas.

También para la historia moderna de los Estados Unidos de América: Los jóvenes ya tenían su contracultura inducida y el pueblo elegía a un nuevo y joven presidente, JFK. Todos felices.


El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 10/5/2009.

5.5.09

México, las tribulaciones de Miguel Cane



El escritor y crítico cinematográfico atrapado en la capital mexicana

Ésta semana he decidido viajar. El tiempo en ésta extraña tierra de cultivos anda algo desquiciado sin saber si llegar o partir; no se define, no dice "voy a regarte con agua de primavera unos cuantos días para que tengas otros donde Abril explote por fin su belleza natural". No, Abril ha estado éste año antipático y ahora que empieza Mayo quiero celebrarlo como Chihiro o algo así. Un viaje que me lleve a los confines del mundo donde eso sí, las personas aún sean personas y no aquella fauna retorcida que describía admirablemente Miyazaki. He hecho la maleta concienzudamente sin olvidar ningún detalle: un taco de papel de agenda, lápiz y sacapuntas (el de La Pedrera me va a venir niquelado), un ratón Trekker del año del Corpus, un par de folios doblados en cuartillas para imprevistos y... la computadora, ése artefacto diabólico que, como los dioses, brujas y monstruos de Chihiro me llevará, vía Google Earth, al destino que pique mi curiosidad de albaceteño frustrado por el avatar del triste y confuso Abril. Mi destino será México.

A las 19,41, horario europeo, llego a México vía internet, con la interesada intención de encontrar a mi amigo Miguel Cane, que anda estos días previsiblemente entretenido en la azarosa y engorrosa epopeya de renovar su visado que le ate, más si cabe, otros cuantos años a la impagable y hermosa villa de Gijón. Cane nació en la Ciudad de México en 1974, es escritor y periodista y desde 1989 escribe en diferentes publicaciones como Milenio Semanal y es crítico de cine para Milenio Diario de México. Digámoslo ya antes de comprobarlo: y persona de una considerable y acusada sensibilidad. Busco a Miguel a sabiendas de lo que ocurre estos días en México: la llamada "influencia porcina", tiene bemoles el titular. Es el caso, ya lo saben, de ésa enfermedad infecciosa causada por un virus perteneciente a no se qué familia de figurones mutantes y que ha resultado endémica en poblaciones porcinas mexicanas y ahora quiere excursionar el mundo. El contagio es fácil pues el período de incubación de las cepas es tan breve (de uno a tres días) que los anticuerpos humanos son incapaces de detectarlas o atacarlas en sus fases iniciales (en el viaje hice escala en Wikipedia). Al fin encuentro a Miguel, como imaginaba: compungido y francamente inquieto: "Desde el viernes en la mañana, la situación se ha ido volviendo gradualmente extraña. Recuerdo que al principio bromeaba argumentando que esto era un ataque zombi (á la Night of the Living Dead) y claro, hice patente mi desconfianza ante el gobierno (yo ya no vivo en México realmente y nunca he respetado ni al gobierno federal o al local, ambos me resultan despreciables por igual, por razones muy personales), que es propenso a distraer al público con pan y circo".
Estoy ahora en "Alias Cane (... y ésta sórdida vendimia es la memoria)", el blog de Miguel. Como buen escritor que conocí, narrando y escenificando con más precisión aún que su impecable libro Íntimos Extraños (Ediciones B.2006) sobre sus encuentros con las estrellas de Hollywood, intuyo en su bitácora el alejamiento progresivo de sus habituales y, en muchos casos, confidenciales escritos. Miguel está, creo que como todo México, absolutamente angustiado por la situación que viven estos días: "las cosas comenzaron a ponerse más y más raras a lo largo del último fin de semana. Desde que era niño, no había visto calles desiertas a horas pico, ni había percibido una creciente sensación de angustia y paranoia, extendiéndose como una especie de dolor de cabeza masivo. Estamos inquietos, no sabemos qué sucede, la información se cruza, las cifras no coinciden, el cubrebocas (azul, y ostensiblemente de escasa utilidad) como el que uso, posee el don de la ubicuidad".

La última vez que vi a Miguel Cane le recuerdo en un ataque de histeria porque acababa de hacerse público el asalto al Hotel Oberoy de Bombay, aquel donde la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, salió por piernas. No venía la angustia de Miguel por la seguridad de Lady Sara (Mago), no: venía porque la novela que actualmente escribe tiene como fondo argumental el ataque indiscriminado de unos terroristas a un hotel del Oriente Medio y ése día sentía aquel acto, el real, como una premonición que sólo él conocía, como si una extraña pirueta del destino le hiciera partícipe de algún modo de aquella masacre (al menos 195 muertos y 295 heridos). "¡En cuanto llegue a casa quemo todos los folios escritos!", gritaba desesperadamente mientras se alejaba Avenida de Begoña abajo. Pienso en éste incidente y le veo ahora disfrazado de Llanero Solitario por las calles de D.F. "Esta no es una película de Danny Boyle -dice, obviamente afectado-. Esto es la vida real. No hay ruido en las calles. No hay certeza de nada. No creo en lo que incesantemente me dice la tele (¿cuantos muertos, por fin, 7, 22, 49 o 152? ¿quién miente?), tampoco creo en los rumores. Sólo creo en lo que puedo ver: la desolación y el miedo, la confusión. No me importa quién miente, no me importa de dónde vino, o por qué. Lo único que me importa -- y aquí me lavo las manos obsesivamente, como Lady Macbeth- es mantenerme sano. Mantenerme vivo. Poder volver a mi casa y a mi Audrey (su pequeña perrita)".

El viaje me ha dejado exhausto y conmocionado. Empiezo a dudar de ésta fórmula emigratoria. Antes, en el Paleozoico, cuando sucedía una vicisitud similar como la que nos aflige uno escribía dos cartas al afectado hasta esperar respuesta. Cuando llegaba ésta, la vicisitud ya era historia y todos tan contentos, como imagino y espero que pronto esté mi amigo Miguel Cané, el que fue a México a pedir una prórroga y se encontró con una "influencia" y además de carácter porcino: "aunque, curioso, debo confesar que prefiero pasar esta epidemia aquí, que en Gijón. Al menos aquí veo, escucho. Allá, la distancia no me hubiera ayudado. Sigo vivo. Cierro la puerta, pero sigo vivo".


El Brillo de los Días. Publicado en el diario La Verdad de Albacete. 4/5/2009.

Siempre en mayo... Miradas

Ya casi se ha convertido en una sana costumbre. Cuando la primavera irrumpe con toda su artillería de luz y color nuestras salas y museos se llenan de pétalos ("todos los silencios de la tierra son pétalos en flor". M. Yourcenar) hechos imagen de un instante, enmarcados unos días hasta que las primeras lluvias de junio los empapen y desaparezca el prodigio hasta el próximo año. Miradas, se llamó y se llama aún, aquel invento del nuevo siglo. Éste año, el encanto de nuestras paredes vuelve a repetirse con algunos francotiradores de notoria reputación. Carlos J. Errando, por ejemplo. Asistí al montaje de su inmediata exhibición en el Museo Municipal (éste martes día 5) y quedé francamente sorprendido de su oferta, los Paisajes Imaginados, entre los que destaca una fabulación asombrosa sobre Albacete, la ciudad, y sus tótems: Pasaje de Lodares, Depósito del Agua, Gran Hotel, entre otros. El fotógrafo se ha empapado de nuestros símbolos y los ha vestido con su camisita y su canesú. Que sea hermano de Mariscal, el gran embaucador, facilita un poco más la comprensión del espectáculo: de nuevo, la ciudad imaginada.

1.5.09

Campos de Fútbol Remixed

Es un claro, modestísimo y vaya por dios discreto homenaje a mis admirados José María Rosa y María Bleda. Después de comprobar que la tierra se come el campo (de fútbol) con los años, después de quedarme sorprendido por aquel arrebato de lirismo, originalidad y sinceridad que el paso del tiempo sentenciaba en aquellas fotografías (joder, ése paso que ya empiezo a sentir en la memoria) no pude por menos que disparar mi pequeña Olimpus en aquel abandonado bancal que observaba en Espasante, junto a Ortigueira, en un brindis a los artistas que me descubrieron que la sencillez puede alcanzarse a través de un simple disparo y hacerlo arte.